
Radiografía de un agresor sexual
Fuente: Diario La República
"Mira, yo he empezado mi vida sexual a los 12 años, como todos los niños en la selva. Si lo haces con la empleada es porque ella te invita. Lo haces con tus primas o tus hermanos mayores te llevan al burdel. (...) La mujer en la selva es liberal. No la van a cambiar ni las leyes, no la van a cambiar nadie, es una costumbre (...) es la misma naturaleza que les ha dado esa forma de vida (...). Mientras que acá en Lima un joven hace sexo casi a los dieciocho años, casi en su mayoría de edad... en la selva una niña ya es mujer desde los diez años, un niño ya es hombrecito desde los doce años. Eso no lo va a cambiar nadie. Es la propia naturaleza quien lo llama...".
'Alberto' tiene 68 años y desde hace más de una década se encuentra recluido en el penal de Lurigancho. En el 2005, fue hallado culpable de haber violado a su nieta, entonces de seis años. Aunque él niega la acusación y alega que solo bañaba a la pequeña mientras estaba a su cuidado, que todo fue una calumnia de su nuera. Fue condenado a treinta años de prisión.
Al momento de su declaración, a mediados del 2017, este ex profesor de educación física formaba parte de un grupo de reclusos seleccionados para un estudio del Observatorio Nacional de Política Criminal (INDAGA), al que Domingo tuvo acceso, que buscaba encontrar patrones que prefiguren el perfil del agresor sexual en nuestro país. La investigación, a cargo del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos (Minjus), reveló lo que para muchos resulta obvio: que la violencia sexual en el Perú tiene raíces culturales e ideológicas y no es un problema de salud mental.
Para corroborar los resultados del estudio basta seguir revisando el testimonio de 'Alberto', quien en otra parte de la entrevista acentúa su ideología machista y sus referencias culturales sobre la violencia: "las leyes son malas porque se hacen solamente viendo Lima, no se hacen viendo Perú. Si en Lima, siendo Lima, un huevón la golpea a su mujer y un fiscal lo saca, ¿sí o no?, en la sierra, hombre que no le pega a su mujer no es hombre, ¿sí o no? Son costumbres que tienen que ser contempladas en el Perú, ¿entiendes?".
Pensamiento retrógrado
La investigación, que tomó como muestra a 11 internos por delitos sexuales que purgan condena en el penal de Lurigancho, se inició tras conocer los resultados del I Censo Nacional de Población Penitenciaria 2016, donde los delitos sexuales ocupaban el tercer lugar con mayor población penal (18%), detrás de los delitos patrimoniales (39%) y delitos por drogas (21%).
Esto motivó un análisis más pormenorizado de dicho sector penitenciario, en el que se encontró una proporción relativamente alta de adultos mayores de 60 años (10.5%), comparada con la población de esa misma edad que purga condena por otros delitos (2.5%). Dicho indicador, plantearía un nuevo reto para los investigadores, quienes se propusieron entender cómo y porqué se producen las violaciones cometidas por hombres de 60 años a más.
Algunas de las principales respuestas obtenidas tras el estudio fueron: 1) Que el fuerte apego del agresor a modelos patriarcales de género y sexualidad condicionaría su disposición a cometer las violaciones; 2) Que la marcada brecha generacional entre el violador y su víctima –generalmente menores– definiría un conflicto entre dos diferentes esquemas de moralidad y conducta; 3) Que la propia vejez del agresor produciría en él frustración por no poder desempeñarse a plenitud según sus ideales de masculinidad.
La declaración de 'Ramiro' (63), otro de los entrevistados para el estudio, evidencia esta idea de superioridad masculina y el conflicto de esquemas morales marcado en su caso por ideas religiosas:
"Tanto el hombre como la mujer, su comportamiento, debe ser conforme a la ley de Moisés, tanto el hombre como la mujer. Porque el hombre lo creó Dios, después a la mujer; entonces la mujer no puede ser más superior que el hombre porque el hombre es cabeza de su hogar, dice la biblia...".
Militares y docentes
Una de las conclusiones más relevantes de la investigación, destaca el hallazgo de una "mayor presencia de hombres con antecedentes de pertenencia a instituciones armadas entre quienes se ecuentran presos por delitos sexuales".
Cinco de los once entrevistados compartían esa característica, lo que llevó a los investigadores a revisar las estadísticas penitenciarias. Estas les ayudaron a constatar que el fenómeno se daba también a nivel nacional, "en otros grupos de edad y en relación con cuerpos de seguridad específicos como el serenazgo, las rondas campesinas y los comités de autodefensa".
Durante las entrevistas a los internos, la experiencia militar había sido asociada con "discursos de respaldo a un órden jerárquico, modelos de masculinidad y hombría (sentirse 'más varón', tener 'más valor'), la agresividad y el uso de la fuerza física".
Asimismo, la idea de que todo lo "no masculino" es inferior se evidencia en la homofobia expresada por la mayoría de entrevistados. Nuevamente 'Alberto', el ex profesor de educación física, servirá de ejemplo con su declaración: "Yo soy un tipo que he tenido tres peleas en mi vida: contra el narcotráfico, contra el homosexualismo y contra el abuso, yo siempre he peleado contra eso".
Él no tiene reparos en admitir que discriminaba a sus alumnos homosexuales en sus tiempos de docente: "Cuando la primera vez en el colegio me dieron la selección de vóley masculina, yo no lo quise hacer, pero agarré a mis muchachos, a cada uno: '¿Eres o no eres homosexual?, porque tienes rasgos de homosexual', 'No profesor, no soy homosexual, tengo mis amaneramientos, pero no soy homosexual', 'Muy bien, ¡al burdel!'... yo mismo los llevaba".
A propósito de este caso, otro descubrimiento importante de la investigación es que un número significativo de agresores sexuales mayores de 60 años trabajaban como profesores antes de su internamiento (ver cuadro). El deseo de poder y control sobre otros, y la ubicación en posiciones de autoridad, más allá del entorno familiar, saltan como un indicador. También destaca que muchos de los agresores buscan siempre tener un cargo dentro de su comunidad, ya sea como dirigentes o jefes en un determinado trabajo.
Problema cultural
Para la abogada y activista contra la violencia de género, Carmen Barrantes, investigadora social de la ONG Terre des Homes Suisse, el estudio de INDAGA no hace más que confirmar lo que sostienen desde hace varios años los entendidos en el tema.
"La violencia sexual hacia la mujer tiene una base cultural, no responde a la salud mental del agresor. La Asociación Psiquiátrica Peruana ha rechazado la relación que se hace entre pacientes siquiátricos y violencia hacia las mujeres, denunciando que esta visión discrimina y estigmatiza", comenta Barrantes.
Agrega que desde hace dos décadas el mundo académico ha incluido como tema de estudio la construcción de las masculinidades. "El hombre tiene el mandato de no ser femenino, de rechazar la homosexualidad, de alardear sobre su desempeño sexual. El Perú está ante un desafío gigante, pues las leyes que reconocen los derechos de la mujer han avanzado mas rápido que la transformación del concepto de masculinidad del hombre".
Finalmente, en el prólogo de la investigación, el ministro Salvador Heresi, apunta que esta publicación "ofrece insumos para la elaboración de políticas criminológicas que contribuyan a disminuir o mitigar la incidencia de los delitos sexuales". Su sector, como el resto de ministerios comprometidos en el tema, tiene mucho trabajo por hacer.